El Preste Juan






En busca del Preste Juan 

Según la mitología medieval europea existía en algún punto del Lejano Oriente un reino cristiano, aislado y rodeado por infieles, abundante en riquezas y todo tipo de maravillas. Este reino era gobernado por un descendiente de los tres Reyes Magos conocido como el Preste Juan y que fue fuente de numerosas leyendas hasta bien entrado el siglo XVII. Por ejemplo, se decía que poseía un espejo a través del cual podía ver todas sus provincias, con lo cual podría ser considerado como uno de los primeros Gran Hermano de la Historia. Los intentos por parte de la Cristiandad de contactar con este fabuloso reino fueron numerosos a los largo de los siglos. En un principio se pensaba que se hallaba en algún lugar del Indostán, de ahí que a su gobernante se le conociese como el Preste Juan de las Indias. Tras la llegada de los mongoles a Occidente, el reino cambia su emplazamiento como por arte de magia a algún punto de Asia Central (de hecho parece que el nombre de «Juan» proviene del título de los monarcas mongoles, «jan», usualmente escrito como «khan»).


Buscando al Preste
En mayo de 1487 Pêro da Covilhã, escudero del rey João II de Portugal, parte de incógnito desde Santarém con la orden de explorar las tierras de Oriente Próximo y encontrar los centros de producción de la canela y otras especias. Entre sus objetivos también está hallar el reino del Preste Juan, pues existían indicios de que éste podría estar no en Asia sino en el África Oriental, en Abisinia, de donde habían llegado rumores de la existencia de un reino cristiano de varios siglos de antigüedad. A modo de pasaporte internacional el rey le proveyó con unas credenciales válidas allá donde fuese; contaba con un mapa de navegación creado por los expertos de la corte (los mismos expertos que también aconsejaron al monarca portugués rechazar la propuesta de expedición marítima hacia occidente realizada por un tal Cristobal Colón). Viajaba además acompañado de Alfonso de Paiva, otro diplomático de la corte portuguesa.


Juntos cruzan el Mediterráneo pasando por Barcelona, Nápoles (donde usan los servicios bancarios de los hijos de Cosimo, fundador de la dinastía de los Médici), Rodas, Alejandría, El Cairo y llegan a Adén, en el sur de Arabia. Allí se separan, dirigiéndose Paiva a Etiopía mientras Covilhã viaja en dirección a la India, llegando a Calicut para después volver a El Cairo, donde recibe la noticia de la muerte de su acompañante. En la ciudad egipcia contacta con dos judíos portugueses (Abraham de Beja y José Sapateiro) que portan cartas del rey para él y su difunto compañero de viaje. Covilhã aprovecha la oportunidad para responder a la misiva del monarca relatando sus viajes y aportando información sobre el comercio de canela, pimienta y clavo en Calicut.


A continuación parte de nuevo, esta vez con la intención de entrar en territorio africano y encontrar las tierras del Preste Juan. Desde Zeila, localizada en la costa norte de Somalia, emprende el viaje hacia el interior del continente y alcanza las tierras de Etiopía, donde es calurosamente (en ambos sentidos) recibido por el emperador Eskender. Una vez allí puede cerciorarse de que, si bien no se trata de un reino lleno de riquezas, sí que posee una larga tradición cristiana, a pesar de hallarse totalmente aislado del resto de países de la misma fe.



Cristianos (aún más) viejos
De hecho Etiopía fue la segunda nación del mundo donde el Cristianismo se declaró religión oficial, en el 330 d.C., sólo después de Armenia y medio siglo antes que en el Imperio Romano. Fue Ezana, rey de Aksum (reino que ocupaba aproximadamente la misma región que Etiopía), el que tomó esta decisión bajo la influencia del monje Frumencio. A continuación Ezana lo mandó a Alejandria para pedir al patriarca copto, San Atanasio, que nombrase un obispo para el reino. Atanasio optó por la vía rápida, nombrando al mismo Frumencio primer arzobispo o abuna de Etiopía. Esta relación con Alejandría se mantiene durante tres siglos, hasta que Egipto se convierte en un estado islámico y deja a Etiopía aislada durante los siguientes ocho siglos.



Una de las particularidades de la tradición religiosa etíope es que en la iglesia de Santa María de Sion, en Aksum, ciudad localizada al norte del país y que daba nombre al antiguo reino, se conserva el Arca de la Alianza, la cual habría llegado allí nada menos que a manos del hijo de Salomón y la Reina de Saba, Menelik I, primer emperador de Etiopía. El Arca se haya celosamente custodiada y lamentablemente los arqueólogos modernos no han conseguido acceso a la misma para comprobar su autenticidad (imaginen qué chasco si resulta que no es la verdadera). Teóricamente en su interior se hayan las Tablas de la Ley con los Diez Mandamientos. A imitación de Santa María de Sion, todas las iglesias ortodoxas de Etiopía tienen un arca propia, alejada de la vista de los fieles, que alberga un tabot o réplica de las tablas originales. El tabot sólo se saca en procesión el día de la fiesta de la iglesia o en el T’imk’et (Epifanía).


A partir del siglo VII Etiopía se ve rodeada de naciones musulmanas que, en ocasiones, intentan someterla y anexionarla, sobre todo por la zona norte. Se cree que, para defenderse de los continuos ataques y escaramuzas de los pueblos islámicos, los habitantes de la zona de Tigray, en el norte, decidieron ponérselo un poco más complicado a sus agresores y llevaron sus iglesias a lo alto de las escarpadas y casi inaccesibles montañas y desfiladeros de su región. De hecho, muchas de ellas están horadadas directamente en la roca. Algunas de estas más de cien iglesias fueron construidas (o mejor dicho excavadas) en el siglo IX y en ocasiones es necesario caminar sobre pasillos colgados sobre el vacío, trepar a cuatro patas pendientes casi verticales o escalar mediante cuerdas para llegar a ellas.


En sus interiores se pueden encontrar frescos de los siglos XV a XVIII que narran pasajes bíblicos a aquellos que no sepan leer. A pesar de lo difícil que resulta el acceso a los templos (los turistas que desean visitarlas suelen contratar a habitantes de la región para que les presten material de escalada y les acompañen en la subida) siguen siendo utilizadas en la actualidad. Algunos párrocos tienen que  caminar durante horas y después escalar para llevar a cabo sus deberes,  mientras que en otras zonas es tradición que las mujeres trepen un desnivel de 400 metros con su hijo recién nacido a la espalda para poder bautizarlo «más cerca de Dios, con lo que su protección será mayor».

 

Pero volvamos a nuestro explorador. Covilhã se ganó pronto el respeto y aprecio del monarca abisinio, convirtiéndose en consultor real. El rey estimaba tanto sus dotes que cuando Pêro solicita volver a Portugal su petición le es denegada. Los sucesores de Eskander mantendrán este veto, convirtiendo al escudero portugués en un «prisionero de lujo» que permanecerá en el país hasta su muerte. Sí que puede, sin embargo, comunicarse con Portugal por medio de cartas, estableciendo así una relación entre las dos naciones.


Por este motivo, cuando la amenaza musulmana alcanza su máximo, la reina regente Elena decide mandar a Matheus como embajador para solicitar ayuda a la corte del rey Manuel I y al Papa de Roma. Matheus, de origen armenio, viaja a Portugal en 1514 llevando consigo una carta de la reina (que después de traducida sería publicada como «Carta del Preste Juan») y un pedazo de la Vera Cruz. Para evaluar la situación, el monarca portugués manda a su vez una expedición que deberá acompañas a Matheus de vuelta a Etopía. La delegación portuguesa llega a su destino en 1520 (para alegría de Covilhã) y permanece allí seis años.

Durante sus viajes de exploración por el reino los portugueses se encuentran con algo nunca visto: once iglesias talladas en el interior de un macizo de roca volcánica. Se trata de las famosas iglesias de Lalibela, que son Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde que ésta comenzara a otorgar estos títulos en el 1978. Se cree que fueron excavadas entre los siglos XII y XIII bajo el mandato de Gebre Mesqel Lalibela, que pretendía emular la distribución de los lugares santos de Jerusalén, en manos musulmanas desde que fuese conquistada por Saladino en el 1187. Con este propósito llegó a excavar un canal, el Yordanos, que divide la «ciudad» en dos partes, Este y Oeste, a semejanza del río Jordán en Palestina. Lalibela, que dio nombre a la ciudad en cuyo entorno se hallan estas maravillas, sería enterrado en una de sus iglesias y santificado, conservándose una de sus manos como reliquia.


Las iglesias carecen de ladrillos o cualquier elemento de unión: toda su estructura pertenece al mismo bloque de piedra en el que fueron labradas. Además se hayan conectadas entre sí por medio de túneles y pasadizos excavados en la roca para que no fuese necesario subir al exterior al ir de una a otra. También cuentan con algunas tumbas y cuevas para ermitaños. Una de ellas, Biete Medhani Alem («El Salvador del Mundo»), que cuenta con cinco naves, es considerada la iglesia monolítica (es decir, tallada en un solo pedazo de piedra) más grande del mundo. Por su parte, Biete Mercoreos («la Casa San Marcos») y Biete Gabriel Rafael («la Casa de los ángeles Gabriel y Rafael») podrían haber servido de residencia real. Se estima que su construcción llevó 23 años; según la leyenda los ángeles descendían por la noche para continuar el trabajo que los obreros realizaban durante el día, acelerando así el proceso.


La presencia de estos templos hace de Lalibela la segunda ciudad más sagrada de Etiopía, sólo detrás de Aksum, y por lo tanto un centro de peregrinaje, tanto religioso como turístico. Entre 80.000 y 100.000 peregrinos llegan cada año para tomar parte en las misas se siguen celebrando en la actualidad con la creencia de que el viajar a esta ciudad equivale a ir a Jerusalén.


Aunque Pêro da Covilhã fue el primer europeo en visitar los templos, sería uno de los miembros de la expedición mandada por Manuel I, Francisco Alvares, el que ofrecería la primera descripción conocida de este y otros parajes etíopes. Refiriéndose a Lalibela afirma:

    Me es penoso escribir más sobre estos edificios puesto que no se me va a dar crédito si escribo más… Juro por Dios, en cuyo poder estoy, que todo lo escrito es la verdad y que hay mucho más que lo que yo he escrito pero lo he dejado para que nadie pueda pensar que es falso.

Cuando Alvares vuelve a Portugal en 1526 escribe un informe sobre lo vivido titulado Verdadeira Informação das Terras do Preste João das Indias, agrandando un poco más la leyenda del mítico regente.

Por  Joaquín Díaz. Publicado en https://2boko.wordpress.com/2018/09/26/prestejuan/

LVX

21/02/2020



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