Por
Ramon Trevijano
El Gnosticismo
El gnosticismo es uno de los
movimientos ideológicos, religiosos y filosóficos, que a lo largo de la
historia han buscado dar respuestas a las preguntas básicas que continuamente
se hace el hombre sobre la propia identidad y situación, origen y destino.
Los gnósticos se plantearon
repetidamente las cuestiones fundamentales de la identidad humana, desde las
deficiencias de su situación en este mundo y aspirando a una superación
trascendente de todas esas limitaciones.
Tratando de aclarar la confusión
existente en el uso de los términos, consideramos la gnosis (“conocimiento”)
como tendencia reiterada del espíritu humano a un conocimiento salvífico. Un conocimiento de los misterios divinos. Limitamos el concepto de gnosticismo a diversas combinaciones de
determinadas características básicas correspondientes a un movimiento
ideológico que se manifiesta de modo peculiar entre el s. I o II y el s. III
d.C.
El gnosticismo podría quedar, si no caracterizado, al menos significativamente representado, por el mito de la caída de una entidad celeste en el mundo de la materia. Nuestro mundo queda así impregnado de partículas divinas. Parcelas de esa Alma del mundo que debe liberarse recogiéndose sobre sí misma, resucitando de la ignorancia, para retornar a una Unidad primordial.
El gnosticismo, implica la identidad divina del conocedor (el gnóstico), de lo
conocido (la sustancia divina de su Yo trascendente) y el medio por el que se
conoce (la gnosis como facultad divina implícita, que debe ser despertada y
actuada).
Dentro del fenómeno gnóstico cabe
señalar diversos tipos desde perspectivas distintas, son varios
los gnosticismos descritos por los antiguos heresiólogos.
Simón Mago
Simón Mago es visto por san
Ireneo, a fines del s. II, como el iniciador de todas las herejías. La gnosis
simoniana es todavía importante en la descripción de san Hipólito, a comienzos
del s. III. La descripción de Ireneo se detiene con la mayor amplitud en la del
sistema valentiniano. Valentinianos y marcionitas son los combatidos
directamente por Tertuliano (s. II/III). Todavía en el s. IV, Epifanio, pese a
ser un entomólogo de herejes que incrementa artificialmente el número de
sectas, se preocupa de reseñar textos valentinianos. En el s. III las rápidas
alusiones a los heresiarcas se concentran en la mención de Basílides, Valentín
y Marción.
Basílides
Valentinus
Marción
El hecho de que entre los textos
de Nag Hammadi haya unos de marcado carácter judío (que suelen tener por
personaje central a Seth) y otros claramente cristianos (exponentes, más o
menos, de doctrinas valentinianas) ha dado pie para distinguir dos tipos
básicos: el gnosticismo sethiano y el valentiniano (Congreso de Yale en 1978). Se
sugiere que el gnosticismo primitivo apareció en dos especies radicalmente
diferentes, los dos, sethianismo y valentinianismo, pueden haberse encontrado
en la figura histórica de Valentín, quien según una antigua fuente fue influido
por el uno y fundó el otro.
Hay quienes, paralelamente a un
gnosticismo de raigambre judía y al de los gnósticos cristianos, presentan un
gnosticismo que podríamos calificar de “eclesiástico,” en el que encajarían
textos neotestamentarios, como Efesios. (Schlier) y Juan. (Bultmann) y figuras
como Ignacio de Antioquía (Schlier), Clemente Alejandrino (Völker), Orígenes
(Campenhausen), Pacomio y Evagrio Póntico (Jonas).
Aparte quedaría una corriente de
gnosticismo pagano, el del Corpus Hermeticum.
La última gran derivación del
gnosticismo en la Antigüedad es el maniqueísmo.
El mandeísmo, que sobrevive
residualmente en Irak, es visto por algunos como una de las expresiones más
tempranas del gnosticismo y por otros como una rama tardía.
Fuentes
Desde la Antigüedad se cuenta con
las exposiciones de los heresiólogos. Se han perdido los correspondientes
escritos de Justino, pero sirvieron de fuente para otros posteriores. Ireneo, a
fines del s. II, Hipólito en el III y Epifanio en el IV (más tarde Filástrio de
Brescia) son quienes nos han legado exposiciones más detalladas. Estas fuentes
indirectas quedan enriquecidas por documentos originales: completos, extractados
o parafraseados. Debemos algunos a Hipólito (Apophasis Megale, Predicación
Naasena, Libro de Baruc) y otros dos a Epifanio (Carta a Flora, Carta doctrinal
valentiniana). Más fragmentariamente, entre el s. II y III, Clemente
Alejandrino (Extractos de Teodoto) y, en la primera mitad del s. III, Orígenes
(Fragmentos de Heracleón). Tertuliano (s. II-III) ofrece datos muy valiosos en
sus obras de polémica contra valentinianos y marcionitas.
Este gnosticismo histórico,
conocido únicamente por los testimonios de los heresiólogos y de los filósofos
paganos que lo combatieron, empezó a ser conocido también, a partir del s.
XVIII, por documentos directos, en versión copta, llegados en cuatro oleadas:
- Los manuscritos de Londres (Pistis Sophia).
- Los manuscritos de Oxford (Libro del gran tratado iniciático = Libros de Jesús y Topografía Celeste).
- Los manuscritos de Berlín (Evangelio de María, Libro de los secretos de Juan = Apócrifo de Juan. versión corta -, Sabiduría de Jesucristo = Sophia y Hechos de Pedro).
- Los manuscritos de El Cairo, donde se ha conseguido reunir la denominada Biblioteca copta de Nag Hammadi, descubierta en el Alto Egipto, dispersa y recuperada entre 1945 y 1977.
La Biblioteca copta de Nag
Hammadi, contiene 52 obras (varias repetidas y, entre éstas, la versión corta y
dos copias de la larga del Apócrifo de Juan) en 13 códices, algunos incompletos.
El conocimiento de esta documentación, tras muchos esfuerzos ya plenamente
accesible a los estudiosos, ha dado un empuje excepcional a los estudios sobre
el gnosticismo.
Historia de la interpretación.
Desde los heresiólogos de la
antigüedad cristiana hasta comienzos del s. XX ha predominado una visión
unitaria. Los primeros heresiólogos trataban al gnosticismo como herejía
cristiana, debida a influencia de la ideología y religiosidad paganas. En el s.
XIX, F. C. Baur y Hilgenfeld lo veían como derivación del cristianismo antiguo
por las tendencias sincretistas del helenismo tardío. A comienzos del s. XX,
Harnack lo describe como el momento álgido del proceso de helenización del
cristianismo.
Desde fin del s. XIX se va
abriendo camino otra perspectiva radicalmente diferente que logra imponer la
escuela histórico-religiosa. Se ve en la gnosis antigua un movimiento religioso
precristiano de carácter universal, producto del sincretismo de la época. Fue
determinante el influjo de W. Bousset, quien se interesó por el origen de
diversos temas gnósticos:
·
Ascensión
del alma.
·
Dualismo.
·
El
salvador.
Subrayaba el dualismo, que veía
como producto de concepciones iranias en combinación con el pensamiento griego.
Tras el Salvador de la gnosis
mandea, Bousset encontraba un mito indo-iranio del Hombre primordial, que, unido a la especulación griega, habría
producido el mito gnóstico del Salvator
salvandus.
A su vez H. Reitzenstein
encuentra la figura del Salvator
salvandus, equivalente a la concepción irania, en el Himno precristiano de
la Perla de los HchTom. El Mensajero de
ese himno, el Hombre Primordial que
desciende al mundo material para liberar al alma
colectiva, sería la misma alma
colectiva, que se salva a sí misma.
Existen académicos mantienen la
postura que el movimiento gnóstico fue originalmente un movimiento de pensamiento
pagano, enriquecido sucesivamente desde esquemas cristianos y consideran que
los textos de Nag Hammadi han acreditado la tesis de que los sistemas gnósticos
han nacido en los márgenes del judaísmo, pero lo que resulta específico del
gnosticismo no es la preexistencia de sus elementos constitutivos aislados,
sino una determinada combinación. Elementos constitutivos como la
representación de la ascensión celeste o el dualismo pueden encontrarse en
culturas muy dispares y desconexas. La combinación claramente gnóstica no queda
documentada hasta el s. II.
Si bien la mayoría de los especialistas
actuales tienden a apuntarse al campo de los que han sostenido (ya desde el s.
XIX) que el gnosticismo es una derivación del judaísmo, cobra de nuevo vigor la
tesis de quienes, desde nuevos planteamientos, reanudan la tradición
interpretativa vigente desde los primeros heresiólogos hasta Harnack. Es el
caso de S. Pétrement, que entiende el gnosticismo como derivación extremada del
antinomismo y anticosmismo de Pablo y del antijudaísmo y anticosmismo de Juan.
Características.
Los aspectos más comúnmente
subrayados pueden, sin embargo, sintetizarse en tres o cuatro caracteres
fundamentales:
1. Un
conocimiento teosófico y antroposófico.
El hombre se
reconoce a su yo profundo como parte integrante de la divinidad.
2. El
dualismo anticósmico.
Que tiene en común con otras corrientes de
pensamiento, como el apocalipticismo. Sólo que la gnosis radicaliza la
conciencia de escisión en sí mismo y en el cosmos, hasta el punto de
proyectarla en la misma deidad. Este mundo no puede proceder directamente sino
de una divinidad inferior.
3.
Concepción dualista radical.
Se elabora sobre un fondo monístico, pues en
definitiva los gnósticos son decididos partidarios del Dios trascendente y
único. Lo expresan, con la excepción de los marcionitas, en un doble movimiento
de degradación y de reintegración de la divinidad.
Los mitos gnósticos
Dada la multiplicidad de sistemas
gnósticos, nos limitamos a reseñar algunos datos que corresponden a las
características antes reseñadas, tomando como punto de referencia la mitología
de los valentinianos.
Punto de partida del anticosmismo
es un sentimiento trágico de la existencia. La realidad de este mundo es una
ilusión:
·
Es más
apropiado decir que el mundo es una ilusión (Carta a Rheginos sobre la
resurrección: NHC I 4, 48,14-15).
El platonismo vulgar había
afianzado la contraposición entre el mundo sensible y el ideal. Hay textos que
transparentan el influjo del dualismo platónico:
·
¡Ay de
vosotros, cautivos, que estáis atados en cavernas! ¡Reís! ¡Os regocijáis con
carcajadas locas! No captáis vuestra perdición, ni reflexionáis sobre las
circunstancias, ni habéis comprendido que habitáis en tinieblas y muerte (Libro
de Tomas el Atleta: NHC II 7, 143,21-26).
El dualismo histórico y
escatológico propio de la visión sobre el mundo de los apocalípticos, su visión
pesimista de un mundo moralmente corrupto y físicamente envejecido, quedan
radicalizados por los gnósticos:
·
Este mundo
es un devorador de cadáveres (Evangelio de Felipe: NHC II 3,73,19).
·
Vuestra
esperanza está puesta en el mundo y vuestro dios es esta vida. ¡Estáis
corrompiendo vuestras almas! (TomAtl: NHC II 7, 143,10-15).
Sólo sobrepujando este ámbito de ilusión y engaño se puede llegar a
atisbar y a conocer de lleno la auténtica realidad trascendente:
·
Nadie
conoce al Dios verdadero, salvo solamente el hombre que quiera renunciar a
todas las cosas del mundo (Testimonio de la Verdad: NHC IX 3, 41,4-8).
El anticosmismo radical pasará a
ser una de las divisorias entre los sectarios gnósticos y los cristianos
eclesiásticos. La devaluación del mundo acarrea la de su Creador. Este mundo no
puede ser la obra del Dios bueno y sabio. Tiene que ser el producto de un ser
inferior:
·
El mundo
vino a ser por un error. Porque el que lo creó quiso crearlo imperecedero e
inmortal; pero se quedó corto de alcanzar su deseo. Ya que el mundo nunca fue
imperecedero. Ni lo era el que hizo el mundo (EvFel: NHC II 3, 75,2-9).
La Antigüedad tardía queda
marcada por una búsqueda de la trascendencia y de la unidad divina que se
expresa en corrientes como el platonismo medio, el judaísmo helenístico, el
cristianismo eclesiástico y el gnosticismo. En este último, el rechazo del
mundo y su creador alienta el impulso de búsqueda de un Dios trascendente
desconocido, de quien se subraya la inefabilidad. Entre los gnósticos hubo
grandes teólogos de una teología negativa. Acuñaron expresiones del tipo: Dios no es, por no ser nada de lo que es, o,
a la inversa:
·
Nada
existe excepto El que Es. Es innominable e inefable (I Apocalipsis de Santiago:
NHC V 3, 24,19-21).
·
No sólo es
el llamado “sin comienzo” y “sin fin,” porque es ingénito e inmortal. Lo mismo
que no tiene comienzo ni fin, es inasequible en su grandeza, inescrutable en su
sabiduría, incomprensible en su poder, inasible en su dulzura. En sentido
propio, sólo Él es el bien, el Padre ingénito y el completamente perfecto
(Tratado Tripartito: NHC I 5, 52,34-53,8).
Pese a su predilección por el
lenguaje apofático, los gnósticos construyen su teología con lenguaje tomado de
la filosofía y de las tradiciones bíblicas y litúrgicas: Y cuando pregunté para saberlo, me dijo:
·
La Mónada
es una monarquía con nada por encima. Es el que existe como Dios y Padre de
todo. El invisible, que está por encima de todo, que es imperecedero, que
existe como pura luz que ningún ojo puede sostener. Es el Espíritu invisible y
no es apropiado pensar en Él como un dios o algo semejante, puesto que es más
que un dios. Ya que no hay nadie por encima ni nadie lo señorea (Apócrifo de Juan:
NHC II 1, 2,25-3,1).
Es un Dios que se ha dado a conocer gratuitamente por revelación
sobrenatural. En sí es inasequible. Por eso han fracasado en su búsqueda todos
los esfuerzos humanos racionales y religiosos:
·
Saludos.
Quiero que sepáis que todos los hombres nacidos desde la fundación del mundo
hasta ahora son polvo. Al investigar sobre Dios, quién es y a qué se asemeja,
no lo han encontrado (Eugnostos: NHC III 3, 70,3-8).
Sin embargo, los
gnósticos cristianos elaboran sus especulaciones sobre el trasfondo del
misterio trinitario. El Dios trascendente es un Dios que se comunica en una
serie de emanaciones (treinta según los valentinianos) que constituyen la
plenitud (Pléroma) de la divinidad:
·
El Padre,
el incomprensible, el inconcebible, el perfecto, el que hizo el Todo, en tanto
que el Todo está dentro de Él y el Todo necesita de Él; ya que retuvo dentro de
sí las perfecciones que no dio al Todo (Evangelio de la Verdad: NHC I 3,
18,31-38).
De este Dios
procede directamente el Todo divino y, en última instancia, no hay nada que no
sea de alguna manera derivación de esa única realidad absoluta:
·
Enseñan
[los valentinianos] que hay en las alturas invisibles e innominables un Eón
perfecto preexistente, al que llaman Preprincipio, Prepadre y Abismo. Incomprensible
e invisible, eterno e ingénito, se mantuvo en profundo reposo y tranquilidad
durante una infinidad de siglos (Ireneo, Adversus Haereses I 1,1).
Valentín es quien de modo más
coherente y comprensivo elaboró un mito, reelaborado por sus discípulos, para
explicar cómo de la unidad divina se pudo llegar a la multiplicidad actual. Un
elemento de la esfera divina, salió del pléroma y quedó en el vacío exterior.
Como en un “big bang” mítico, ello dio origen a la eclosión de todo el actual
conglomerado de elementos divinos, lo psíquico y lo material.
·
El último
de los eones emanados a partir del Padre, Sophia, cometió un pecado por el que
ella tuvo que ser expulsada del pléroma. Envuelta en sus pasiones, tristeza,
temor, angustia (prototipo del gnóstico antes de recibir el conocimiento
revelado), añora el mundo de arriba con una nueva pasión, más próxima a lo
espiritual, la “conversión.” Cuando entra en escena el Salvador enviado desde
el pléroma, Sophía queda liberada de sus pasiones, que, al solidificarse,
constituyen la sustancia material (hylica). También la conversión se consolida
en una sustancia intermedia entre lo material y lo espiritual, la sustancia
psíquica. Si en la materia se distinguen agua, tierra, fuego y aire, en lo
psíquico hay una jerarquía de seres, encabezada por uno que, incitado
secretamente por Sophía, decide organizar el caos en que se encuentra en un
cosmos ordenado. Se trata del Demiurgo, el Dios creador, que no es otro que el
Dios del Antiguo Testamento, quien, ignorante del mundo de arriba, se cree
supremo y se proclama único Dios: Por eso [según los ofítas] Jaldabaoth exultó
y se pavoneó a la vista de todo lo que se encontraba bajo él y dijo: “Yo soy el
Padre y Dios y no hay nadie sobre mí.” Pero la Madre, al oírle, le gritó: “No
mientas, Jaldabaoth, que por encima de ti está el Padre de todo Hombre
Primordial, así como el Hombre Hijo del Hombre” (Iren. AH I 30,6).
En su obra creadora ha modelado
hombres de puro barro (materiales). En otros ha añadido en un soplo su mismo
hálito de vida (psíquicos). Al hacerlo, sin darse cuenta, ha introducido en
algunos gérmenes vitales de la misma Sophia. De aquí que haya espirituales,
pneumáticos y chispas divinas insertas en su creación.
Si los hombres carnales, los
hylicos, están abocados a la aniquilación final que corresponde a todo lo
material, los pneumáticos están seguros de su retorno a la esfera divina de
donde en última instancia proceden. El gnosticismo se lo garantiza y da ya
ahora un sentido pleno a su vida presente.
A los psíquicos, como al mismo
Demiurgo, no les queda posibilidad de acceso al pléroma, al que son ajenos por
naturaleza, pero llegarán a obtener, por la fe y las obras, una salvación
apropiada en la Ogdóada, el umbral del pléroma, por encima del séptimo cielo,
donde, entre tanto, mantiene su trono el Demiurgo, el Dios del Antiguo Testamento.
Ésta es la suprema de las potestades cósmicas que trata en vano de frenar al
gnóstico en su ascenso celeste.
·
Entonces
subí al séptimo cielo. Vi a un hombre anciano vestido de luz y era su vestido
blanco. Su trono que estaba en el séptimo cielo brillaba más que el sol, siete
veces más. Habló el Anciano diciéndome: ¿A dónde vas Pablo, el bendito y puesto
aparte desde el seno de su madre? Yo entonces miré al Espíritu, que movía su
cabeza diciéndome: Conversa con él. Y respondí diciendo al Anciano: Estoy yendo
al lugar del que salí. Y me respondió el Anciano: ¿De dónde eres? Respondí yo
mismo diciendo: He descendido al mundo de los muertos a fin de hacer cautiva la
cautividad: esa que fue hecha cautiva en la cautividad de Babilonia. Respondió
el Anciano diciendo: ¿De qué modo podrás alejarte de mí? Mira y ve a los
principados y las potestades. Habló el Espíritu diciéndome: Dale la señal que
tienes y te abrirá. Y entonces le di la señal. Volvió su rostro abajo hacia su
creación y los que son sus propias potestades. Y entonces se abrió el séptimo
cielo y subí a la Ogdóada (Apocalipsis de Pablo: NHC V 2, 22,23-24,1).
La descripción del Anciano en el
séptimo cielo se arraiga en la tradición apocalíptica. Es el Dios del Antiguo Testamento,
devaluado al nivel de un Demiurgo ignorante de las realidades divinas
superiores. Intenta retener a Pablo y ponerlo a su servicio. Le plantea
cuestiones cuya respuesta no acaba de entender. Sólo el espiritual, el perfecto
gnóstico, conoce las verdaderas respuestas a las cuestiones fundamentales. El
darlas, es la manera de obtener paso libre de los poderes que tratan de frenar
el ascenso.
Tomado y adaptado de https://csalazar.org/2018/09/11/el-gnosticismo/
LVX
29/11/2019
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